CEREMONIA DE GRADUACIÓN DE LA PROMOCIÓN UNALM 2017 I
GRADUACION DE LA UNALM 2017-I

“JOSÉ MANUEL HERNÁNDEZ CALDERÓN”

La Molina diciembre 1ro, 2017

DISCURSO DE ORDEN
PROF. CARLOS A. LLERENA PINTO
DECANO DE LA FACULTAD DE CIENCIAS FORESTALES

 

LA UNIVERSIDAD Y LA FELICIDAD

 

Muy apreciados todos, me toca hoy el honor de dirigirles la palabra para tratar de expresar sentimientos y conceptos que caben decirse en una ceremonia tan importante como esta y he decidido hablarles sobre la universidad y la felicidad. La razón de mi elección descansa en la palabra que ustedes han escuchado y escucharán hoy más que ninguna otra: “Felicitaciones…!”, expresión merecidamente dirigida hacia todos ustedes, que, por cierto resonará por mucho tiempo en sus oídos, en especial dependiendo de quien la oigan. Sus padres o tutores pasarán seguramente por la misma feliz experiencia

¿Qué hay detrás de cualquier felicitación? Además del protocolo, de la cortesía y de la emoción del momento, decir hoy “felicitaciones…!” equivale a decir: “buen trabajo…!”, “bien hecho…!”, “lo lograste…!” y muchas otras expresiones afines, pero también implica, especialmente en el caso de los nuevos bachilleres, una pregunta amable tal como: “¿Y qué proyectos tienes ahora…?”, o más puntual y directamente: “¿Cómo va tu tesis…?”. Esto es claro si consideramos que la formación de pregrado termina en el título profesional, que lleva a la colegiatura y sólo a partir de este punto a la plenitud del ejercicio de la profesión.

¿Qué es realmente la felicidad? No intentaremos dar una definición, hay muchísimas. Preferimos apoyarnos en lo que dicen personajes importantes y estudiosos del tema, entre ellos algunos iconoclastas.

De “La felicidad como tarea”, un muy buen  y breve escrito de César Hildebrandt del 30 de julio de 2016, que recomiendo leer (está en Internet), rescato el dato que 51% de los limeños nos declarábamos infelices; que en el pensamiento moderno fue el filósofo alemán Emanuel Kant, quien definió la felicidad como inalcanzable en la medida en que el deseo es insaciable y superará siempre la oferta de placeres y realizaciones. Cita también esta simple pero contundente frase  cuya autoría queda en duda entre el clásico de la literatura rusa León Tolstoi y el intelectual y filósofo francés Jean Paul Sartre: “La felicidad no consiste en hacer lo que uno quiere sino en querer lo que uno hace”. Muy claro y sin mayor comentario. Por último, Hildebrandt añade, que “la felicidad es una señora que verás poco y que jamás se quedará a dormir. Lo demás es un poco de grisura, sal gruesa, serenidad ante la adversidad y ejercicio sistemático del cerebro, esa bola de grasa que para la mayoría de nuestros compatriotas existe sólo cuando requiere de una aspirina”. Termina diciendo que “lo demás es no resignarse, pelear con armas limpias, tener un ideal, tener sentido del honor y saber que la vida no tiene segunda vuelta”.

Hemos encontrado un estudio singular sobre la felicidad que se está llevando a cabo desde hace más de 75 años con sorprendentes resultados. Está dirigido por el Prof. Robert Waldinger de la  Universidad de Harvard, representante de una cuarta generación de investigadores sobre el mismo tema. Sus primeras evaluaciones indicaban que 80% de los encuestados deseaban ser ricos y de estos un 50% ricos y famosos como segura condición de la felicidad. La primera y más firme conclusión del estudio es que las buenas relaciones personales nos hacen más felices y saludables. Las conexiones sociales nos hacen mucho bien, la soledad suele matar. Es muy importante la cantidad de amigos que tenemos. (A mi padre le gustaba mucho la canción “un millón de amigos” del cantante  Roberto Carlos). Las buenas y continuas relaciones personales protegen el cuerpo, especialmente el cerebro. Entre los jubilados o los que dejaron de trabajar, los más felices resultaron ser aquellos que cambiaron a los compañeros de trabajo por compañeros de juego. No se trata de fortuna, fama, o  grandes logros, sino de los buenos vínculos con la familia, con los amigos, vecinos y la comunidad. Preguntémonos cómo vamos en esto. Debemos tener más tiempo con las personas que con las pantallas. No guardar rencores, reparar los posibles daños previos, olvidar lo malo, recordar lo bueno. Citado por Waldinger, Mark Twain, el afamado novelista americano dijo hace más de un siglo: “No hay tiempo. Tan breve es la vida para dimes y diretes, disculpas, resentimientos y rendiciones de cuentas. Sólo hay tiempo para amar y tenemos poco tiempo hasta para eso”.

Nic Marks asesor inglés independiente en temas de política, experto en estadística, asociado al grupo New Economics Foundation (NEF), una escuela de pensamiento británica que apunta a construir una “nueva economía en la que la gente tenga realmente el control”, es también un muy leído autor. Ha publicado el libro “Indicadores de un Planeta Feliz” en el que rompiendo con lo puramente economicista, resalta que el país más feliz del planeta es Costa Rica y que Latino América tiene las condiciones para seguir su ejemplo. Él nos dice que para ser felices debemos cumplir cinco condiciones, la primera es estar conectados: las relaciones sociales y su gran importancia aparecen aquí una vez más; hay que evitar la soledad; segunda, ser activos: es decir, evitar el ocio excesivo y el sedentarismo y ser creativos; tercera  prestar atención: estar atentos al entorno de cada uno, no ser indiferente; cuarta seguir aprendiendo y mejorando siempre: no perder la curiosidad, no dejar de sorprenderse de lo nuevo, no creer que uno ya lo sabe todo; y la quinta y última condición que está en las antípodas del economicismo, es dar: la generosidad, el altruismo, la compasión y la empatía harán mucho más por nosotros mismos que por el prójimo a quien podamos apoyar.

Tenemos también un estudio de la felicidad en el Perú. Un reporte publicado recientemente por la Escuela de Negocios CENTRUM de la Universidad Católica, presenta el “Informe Mundial de la Felicidad” que la Organización de las Naciones Unidas da a conocer cada año al día siguiente del “Día Mundial de la Felicidad” que se celebra el 20 de marzo. El Perú ocupa globalmente el puesto 63 (entre 155 países) y está entre los menos felices de Latino América. Sin embargo, se reconoce que en los últimos años tenemos una creciente sensación de felicidad.

Contrastando la aspereza de los razonamientos previos con la suavidad de la poesía, les entrego esta definición relajante de una hermosa canción titulada “La felicidad”, del compositor brasileño Tom Jobim. Dice:

La felicidad es como una pluma
Que el viento va llevando por el aire
Vuela tan leve
Con una vida breve
Que precisa que haya viento sin parar.

Como ven, la felicidad cuesta, siempre requiere un esfuerzo. La música popular brasileña habla mucho de la felicidad pero frecuentemente con claras connotaciones nostálgicas. En la canción citada, la estrofa central y más sonora irónicamente dice:

La tristeza no tiene fin
La felicidad sí

Eduardo Galeano, aquel recordado pensador uruguayo, indica que alegrías y tristezas van naturalmente juntas en nuestras vidas. Algo muy importante a ser tenido en cuenta.

A veces es más fácil ver, oír y sentir la felicidad, que describirla. Como en nuestra reciente clasificación al mundial de fútbol Rusia 2018. Una explicación del intelectual peruano Marco Aurelio Denegri nos ayuda a entender nuestra desbordante felicidad. Él nos dice que la emoción es reactivamente 30 000 veces más rápida que la razón.

Aunque no hemos mencionado específicamente en esta nota la parte puramente espiritual de la felicidad, reconocemos que este es un principio fundamental para muchas personas y respetamos plenamente sus puntos de vista.

Por otro lado, ¿hemos contribuido realmente en La Molina a que ustedes graduandos sean más felices en su vida? Esto podría analizarse más fácilmente si filtramos antes los cursos jalados, los malos ratos académicos y otros sinsabores inevitables de la vida universitaria y buscamos la respuesta en lo más trascendente de La Molina en sus vidas. Hay muchas y muy buenas cosas obvias que decir en esto y ustedes, graduandos, las podrán enumerar en cualquier momento. En esto, tengo una entrañable y muy reciente experiencia personal: este año cumplo 50 de haber ingresado a La Molina y, gracias al excelente trabajo de varios compañeros de promoción, hemos desarrollado varias actividades, hemos sido protagonistas  centrales en el último “Día del Reencuentro Molinero” y hemos disfrutado de reuniones y un inolvidable almuerzo con muchos de los que ingresamos a la UNALM el año 1967. Si esto no se ubica en el dominio de la felicidad yo no sabría dónde ubicarlo.

La Molina, es para siempre. “Ser molinero” es algo imperecedero, “cultivar al hombre y al campo”, nuestro colores “verde y dorado”, cantar de voz en cuello la marinera de La Molina, recordar a los amigos y compañeros y estar con ellos, reencontrarse con los profesores de los buenos viejos tiempos en esta gran casa, nuestra querida Alma Mater, sin duda aportan a nuestro torrente sanguíneo chorros de las más fuertes hormonas de la felicidad: la serotonina, las endorfinas y la dopamina y nos hace mucho bien…seguramente habrán también de por medio algunas chelitas y algún pisquito…

En nuestra búsqueda conjunta de la felicidad en La Molina, debemos ser más autocríticos. Los que trabajamos aquí y nuestros egresados (que son muy importantes para nosotros y cuentan con voz y voto en el Consejo y la Asamblea Universitarios), podemos hacer mucho más de lo que hoy hacemos por la felicidad de todos los peruanos. En cada facultad, con sus especialidades de posgrado, tendríamos mucho que decir en forma individual y colectiva. Es muy importante defender y aplicar lo que predicamos en nuestras clases, discutir con altura nuestros diferentes puntos de vista sobre cualquier tema, opinar y ser nuevamente referentes ante los tomadores de decisiones y la opinión pública. Debemos cuidar mejor nuestro patrimonio y mostrar en nuestro campus y sus espacios en todo el Perú los mejores ejemplos de eficiencia en la gestión agropecuaria, forestal, pesquera, alimentaria, de nuestros recursos naturales y del ambiente; buscando visiones y acciones integradas de todas nuestras capacidades y especialidades afines. Estamos mejorando pero hay aún mucho que hacer. Propongo que apliquemos los cinco principios de Nic Marks a La Molina y nos preguntemos: ¿estamos realmente conectados con nuestra realidad?, ¿somos lo suficientemente activos?, ¿prestamos atención a los temas que nos competen?, ¿seguimos todos aprendiendo y mejorando continuamente?, ¿damos todos a la sociedad lo suficiente o, por lo menos, algo equivalente a lo que hemos recibido de ella?.

Confiamos que con este nuevo contingente de jóvenes molineros podremos avanzar. No tengamos miedo muchachos, asumamos nuestros retos, cumplamos con nosotros mismos, con nuestras familias y con el Perú…y seamos  felices.

MUCHAS GRACIAS…!

CALP