Memoria de lo olvidado

Es sorprendente, y a la vez inquietante, que luego de un prolongado silencio sobre el tema de la revalorización de la coca (1995-1999), excluida virtualmente de los medios de comunicación en beneficio de la sustitución de su cultivo, aparezca el libro de Julio Cotler "Drogas y política en el Perú, la conexión norteamericana" como resultado de un trabajo realizado en el marco del plan de investigaciones del Instituto de Estudios Peruanos, auspiciado por la Fundación Ford y con la colaboración del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Agencia del Desarrollo de Estados Unidos (USAID). Aparte, naturalmente, del respaldo informativo de CEDRO, la agencia publicitaria de propaganda bélica en el tema de las drogas.

Es verdad que Julio Cotler no se reclama experto en el tema de drogas y que los motivos de mi crítica pudieran serle ajenos. Él es un analista político, tarea en la cual tiene vasta y bien informada experiencia de la cual hace gala, en esta oportunidad, analizando la participación de actores internacionales y domésticos que enfrentan el "narcotráfico" y el "uso indebido de drogas", así como el delicado tema de los derechos humanos en la última década y la susceptibilidad gringa al respecto. Yo, en cambio, soy un psicólogo social interesado en "las drogas" y, por las circunstancias nacionales, si quisiera precisar, un psico-antropólogo que plantea una alternativa a la guerra hoy al mando del General Barry McCaffrey. Otra diferencia es la del tiempo. Personalmente me he ocupado del tema de la coca y otras sustancias condenadas por la psiquiatría desde 1977, así como fui asesor, entre 1991 y 1995, de la Empresa Nacional de la Coca (ENACO S.A.) en la campaña de revalorización de la coca que pronto se canceló. En cambio, el informe de Julio Cotler es reciente, producto inconsciente tal vez de los últimos cinco años. Por último, él no es usuario de hoja de coca, pero yo sí.

Debido a lo dicho anteriormente he acostumbrado destacar, desde hace veinte años, un aspecto de la historia de nuestra coca que no es precisamente la que cuenta con más acogida desde 1995. Y lamentablemente el libro de Cotler lo prueba. Personalmente, en efecto, en un artículo publicado en Perú Indígena no. 28 (la revista del Instituto Indigenista Peruano) historié con precisión en 1990 el origen del desprestigio oficial de nuestra gran riqueza debido a una versión estrictamente psiquiátrica sobre la "enfermedad mental" llamada "toxicomanía" o "addiction" (Kraepelin-Valdizán). He cuidado de demostrar documentalmente que tal juicio negativo recaído sobre la coca y el coqueo andino ignoró en su momento la sólida información médica anterior sobre sus virtudes higiénicas y terapéuticas. Y dicha parte de la historia, que es fundamental para cualquier defensa andina de nuestro gran recurso natural, esto es la historia del desprestigio de la coca en nuestro medio y de la recuperación de su buen nombre desde mediados de los setenta, es justamente la que no registra, suficientemente al menos en mi criterio, la versión de Cotler.

Es verdad que la convicción en la posibilidad de un desarrollo alternativo con sustitución de cultivos parece ser hoy día una condición sine qua non para seguir adelante según todos los actores políticos. Y dado que parece una firme decisión de la Comunidad Europea, al igual que de los Estados Unidos, se deja en el pasado todos los ánimos regionalistas que llevaron a la diplomacia de la coca de Paz Zamora y a sucesivos pasos, no suficientemente decididos, de nuestro propio gobierno. Cotler, en tanto científico social, parece haber superado toda duda sobre la estabilidad de la actual política cara a cara con los Estados Unidos en un punto tan sensible como el del llamado narcotráfico. Y como habría pensado -conjeturo- que nada ha de cambiar, pues bien atados están los contactos de los servicios de inteligencia manejados por nuestro gran vecino (de los cuales Cotler nos informa), simplemente, como un saludo póstumo a la bandera, que en cualquier caso se agradece, ha mencionado debidamente la existencia de una posición crítica, citando la respectiva bibliografía, sin demostrar mayor interés en la alternativa propuesta ni en la pequeña historia del movimiento antropológico que logró al menos el respeto al coqueo andino, tan desprestigiado por la versión psiquiátrica iniciada en Lima por don Hermilio Valdizán, versión que la Organización Mundial de la Salud aún respalda y en la cual se apoyan las convenciones internacionales según las cuales se orienta nuestra política.

Obviando episodios importantes, como fue, en el inicio de la protesta antropológica continental, la aparición de América Indígena no. 4 (1978), revista del Instituto Indigenista Interamericano que recuperó la imagen de la hoja andina; ignorando el rol que jugó y juega CEDRO desde mediados de los ochenta para que "los medios de comunicación presten cada vez mayor atención al narcotráfico" y para que "la opinión pública manifieste su preocupación por este fenómeno y apoye al gobierno para reprimirlo", lo cual aparece más bien como un fenómeno espontáneo en la exposición de Cotler; desconociendo, por último, los esfuerzos que desde 1991 se llevaron adelante en nuestras Cancillerías y que culminaron en la Declaración de Ilo, suscrita en julio de 1994 por los Presidentes de Bolivia y del Perú, en la que se recogía la revalorización de la coca planteada y concordaban en la necesidad de retirarla de la Lista 1 de sustancias fiscalizadas por las convenciones internacionales, la versión de Julio Cotler, tan detallada en otros aspectos, quita seriedad a la propuesta andina de la industrialización de la coca, e induce una amnesia parcial al descuidar la mención de la justa reivindicación regional formulada antes de verse forzados nuestros gobiernos, meses después, a dejar en el aire lo acordado. Episodio político, después de todo, del cual nos habría interesado conocer detalles, aprovechando las buenas fuentes que en otros aspectos de nuestras relaciones con agencias de los Estados Unidos maneja Julio Cotler.

Es sorprendente e inquietante el descuido de la propuesta andina en la exposición de Cotler. No por el hecho de que no la asuma (cada uno es dueño de pensar lo que quiera al respecto), sino porque pareciera darse desde la misma perspectiva de un estudio anterior sobre la construcción de la prohibición en el Perú, llevada a cabo por Paul Gootenberg y del cual adelanté en Cocachasqui un comentario. En uno y otro caso se repiten vacíos en el análisis que curiosamente permiten solapar la sinrazón psiquiátrica que respalda la condena de la coca (se olvida el fallo de la Organización Mundial de la Salud de 1952) y echa al olvido la revalorización planteada oficialmente en 1994.

No estoy interesado, en verdad, en saber cómo se entiende el mundo detrás del telón. Creo simplemente en la necesidad de cambiarlo. De ahí que la rica información y atinadas observaciones de Julio Cotler sobre "la articulación y el conflicto de agentes y problemas internacionales y domésticos de diferente especie" frente a las drogas y los derechos humanos han de interesar seguramente a todos los que quieran conocer los intríngulis de la política "intermestic", internacional y doméstica, en los últimos diez años.

 

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