¿Desnudo el Emperador?

Nadie duda - creo yo- que "una evaluación franca de la guerra contra las drogas no puede sino llevar a la conclusión de que ésta ha sido un fracaso", como ha reiterado una vez más Ethan Nadelmann, director del Lindesmith Center , esta vez al alimón con Coletta Youngers, como representante para América Latina de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), en un artículo reciente titulado "El Emperador está desnudo" (El Comercio , 31 de octubre.)

El título no es nuevo para referirse a la política de drogas llevada adelante por la Casa Blanca. Ha sido empleado anteriormente por el propio Nadelmann ,e igualmente ha sido empleado en nuestro medio. Equivale a reclamar la singularidad de percibir y decir lo que no se dice, señalando las vergüenzas del Emperador desnudo en medio del absorto corrillo. Por ello, ante los males registrados y que son producto de la prohibición: extendida corrupción, violencia política y, por lo tanto, inseguridad ciudadana en los países productores, proponen los autores una estrategia alternativa de "reducción del daño", pues "los adictos a la droga merecen compasión y tratamiento, no la demonización y la cárcel". La propuesta no significa , para los autores, "la promoción de la legalización de las drogas", solución más radical que , hace un tiempo, se propuso en un manifiesto encabezado por Gabriel García Marques, el gran escritor colombiano.

Personalmente siempre he discrepado frente a una y otra de las soluciones propuestas: la legalización monda y lironda ; y la nueva política "compasiva" hacia los "adictos". Si de la primera discrepo, pues me preocupa la salud pública, juzgo que la segunda no pasa de ser una hipócrita fórmula anglosajona que respeta aparentementen el inducido prejuicio público de la "adicción" y los "adictos", predicado con insistencia por el gremio psiquiátrico. Éste es el que defiende el malestar de nuestro tiempo causado por la política de drogas, como fuente de su propio prestigio y de sus ingresos. La política de "reducción del daño", en mi entender, no ofrece una rápida salida que, a la vez , sea viable , prolongando con ello las negativas consecuencias de la guerra a las drogas . De ahí que los Congresos internacionales realizados al amparo de la consigna europea (al cuarto de los cuales tuve la oportunidad de asistir en Rotterdam en 1993, para denunciar el prejuicio racial en el cual se apoya el trato dado a nuestra coca) se hayan rutinizado, sin generar la propuesta unificada que hace falta, como sería el pedido de replanteamiento integral del tema de las sustancias psicoactivas desde los conocimientos científicos al día , dejando de recurrir a la gratuita psicopatologización de un hábito apoyados en un decimonónico dictum psiquiátrico divulgado por Kraepelin..

Quiero recordar que soy un psicólogo social comprometido en mostrar la conveniencia de la reconsideración planteada . Para ello tomo, como ejemplo bien documentado, el caso de la hoja de coca, suficientemente analizado. Bastaría por ello que algún país pidiera al secretario General de las Naciones Unidas que disponga la puesta al día de la información científica sobre los recursos naturales fiscalizados por el orden internacional derivado de la convención de La Haya (1912).

Una última razón debo alegar para presentar la alternativa como necesaria, aparte de los beneficios evidentes que, en la pacificación de los países productores de amapola del opio, marihuana y coca, implicaría la reconsideración propuesta : el mantenimiento de la estigmatización psiquiátrica de nosotros, los usuarios tradicionales discrepantes ,es un flagrante atentado contra los derechos humanos, en nombre de prejuicios lamentablemente respetados , al menos en la letra, por los objetores recordados y que son motivo de este artículo. Mientras no se desmantele el discurso psiquiátrico ante la opinión pública ,el Emperador seguirá vestido con su mandil blanco.

El nuevo ordenamiento distinguiría al menos con claridad entre plantas psicoactivas y drogas psicoactivas salidas de laboratorios. En lugar de una legalización indiscriminada sería una legalización con criterio, médico y psicológico, pero que escape al "marco de referencia" psiquiátrico que no pregunta siquiera si las "adicciones" o "farmacodependencias" son saludables o nocivas, pues han sido satanizadas ex cathedra

 

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