Cátedra libre #2

Luego de las vacaciones veraniegas todos nos reincorporamos a nuestras tareas universitarias. Ustedes a aprender y yo, añorando el amanecer molinero, a enseñar al menos mediante esta casilla  electrónica para quienes estén interesados en psicología social y, por medio de ella, en el futuro que nos espera.

                       En 1981 obtuve una plaza en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. Comenzaba la confrontación armada en Ayacucho y quería cumplir en decir mi verdad, o al menos lo que me parecía serlo. Inicié mi curso de introducción a la Psicología con el problema que les dejé planteado en la primera lección, conocido como el problema de Maier.

                 Luego de 30 minutos de ensayo(puesto que ninguno lo resolvió), acoté que era como el problema del Perú , que parecía no tener respuesta. Para los dos casos había solución, pero escapaba a nuestras posibilidades si no nos librábamos del marco de referencia

                  La solución- en efecto. que más adelante  mostramos demandaba escapar al “marco de referencia” constituido por los puntos externos. En el caso del problema de Maier era contar con el espacio A y con  el espacio B(ver figura), mientras que en el caso del Perú era necesario ocuparse de dos temas excluidos del debate público: el costo de la Defensa Nacional, tal como era habitualmente planteada, y nuestra política cocalera: armas y drogas - en suma- que justamente constituyen la trama del poder estatal y, por lo tanto, donde la mayor corrupción tiene refugio.

                 Por marco de referencia, siguiendo al maestro de la psicología social americana Gordon Allport, se debe entender “cualquier contexto que ejerce una demostrable influencia sobre la percepción, juicio, sentimientos o acciones de un individuo”. En su denuncia del totalitarismo nazista que ocupó su preocupación en septiembre de 1939, al dirigirse como Presidente de la Asociación Psicológica Americana al Forty-seventh Annual Meeting  realizado en Berkeley, señalaba los males derivados del estatismo, esto es cuando el criterio político se imponía a la ciencia. Tal es el caso del discursos sobre sustancias “toxicomanígenas” que desde la Convención de La Haya(1912) hasta nuestros días ha venido siendo un “marco de referencia” fijado y reforzado por la ley internacional impuesta por las grandes potencias. De ahí la distorsión producida en la evaluación de las sustancias condenadas, menoscabando plantas medicinales del sistema nervioso  que han marcado su sello en grandes culturas y permiten su sobrevivencia hoy día.  Sin la hoja de coca, por ejemplo, no puede comprenderse al mundo andino.

                 “Marco de referencia” es igualmente el contexto cristiano dentro del que habitualmente vivimos. Presidido por la creencia en una sola vida donde merecemos el premio o el castigo eterno, hace depender nuestra tranquilidad espiritual de la observación de preceptos y participación en ritos dispuestos y administrados por los sacerdotes y pastores que adquieren por ello relevancia en la vida pública, tanto en Lima como en Washington, aunque en diferente medida. La cruz y su significado es el símbolo común de referencia, lo cual entre los judíos- por ejemplo- no es así. Una ciudad dominada por los campanarios de las iglesias implica un marco de referencia distinto al de una ciudad presidida por los minaretes o alminares de las mezquitas desde los cuales se llama a los fieles para la oración.

                 Los marcos de referencia generan creencias o increencias frente a ellos, pero en uno u otros caso son determinantes de nuestro comportamiento. Se acepta el cristianismo o se le rechaza, pero igualmente marca su sello. Es muy difícil lograr desprenderse de tal sustento que da sentido a la existencia o , por su rechazo, le priva de él. Más difícil aún es reemplazarlo por otro, esto es ser un tránsfuga cultural. Por otro lado, en un medio tan diverso como es el moderno de las comunicaciones, muchas veces asimilamos marcos de referencia entre sí incompatibles que llevan al conflicto y al desconcierto. La tolerancia de la diversidad, apreciada como posmodernismo , es un resultado de ello.                 

En el caso de “las drogas” llegué a la conclusión anunciada líneas arriba. La política había determinado un marco de referencias que obedecía a la versión estrictamente psiquiátrica de las sustancias señaladas. Cuando en 1913 se adhiere el Perú a la Convención de La Haya, sólo pudo apoyarse en la versión psiquiátrica que hizo su aparición el mismo año en Lima. El doctor Hermilio Valdizán, aceptando acríticamente la versión leída en el texto fundante de la Psiquiatría, obra de Emil Kraepelin, envió desde Roma un artículo que sembró la reserva frente a nuestra coca. Publicado en La Crónica Médica, con el título

 “ El cocainismo y la raza indígena”, es prueba documental de la nula revisión de la bibliografía médica realizada anteriormente. Si figura la Disertación sobre el cultivo, aspecto, comercio y virtudes de la famosa planta del Perú nombrada Coca , publicada en Mercurio Peruano en 1794, sólo es como “estudio agronómico” con el tìtulo “El cultivo de la coca”, sin otra referencia.

                  Lamentablemente el discurso psiquiátrico sobre las “adicciones”(fundada sobre la ignorancia de los antecedentes médicos) se extendió y consolidó mundialmente, al servicio de los intereses clandestinos que manejan mundialmente las plantas prohibidas. En nuestro caso fue especialmente la versión negativa de la coca y de la cocaína ,divulgada por la escuela psiquiátrica, que , sin embargo, conservó su presencia en las farmacias peruanas hasta después de la II Guerra Mundial, mientras las Naciones Unidas no abrieran un proceso de evaluación  a cargo de extranjeros. En el  Informe resultante (Lake Success,1950) se recogía ampliamente el esfuerzo psiquiátrico para probar sus males(especialmente Gutiérrez Noriega y col.1944-1947), pero se ignoraba lo dicho por la medicina peruana. Tan es así,. Que en la bibliografía anotada , obra del Doctor Oswaldo Wolf no se consignaba siquiera la Disertación de Hipólito Unanue, ni los trabajos médicos posteriores hasta el informe de la propia Facultad de Medicina de 1889 que respaldó sus virtudes y demandó el interés del Gobierno para abrir los mercados internacionales a la hoja de coca peruana. Y aún hoy, pese a tal reconocimiento, nuestro país formal se sigue comportando con la “vergüenza” de la coca.

                  Prescindiendo del marco de referencia de la ley internacional nos percataríamos del valor de las plantas prohibidas. La difusión de la información anteriormente excluida  ha contribuido, en los últimos veinte años, a cambiar la opinión condenatoria de la hoja sagrada del mundo andino. Hoy, al menos, nadie se atreve a desprestigiarla en público, aunque algo similar es buscar sustituirla antes de haberle sacado el debido aprovechamiento. Si se quiere una agroindustria para la exportación ningún otro cultivoofrece tantas ventajas.

        En el Perú de hoy, la esperanza sólo puede ser verde.

Recuérdalo molinero: Defender a la Coca es defender la tradición andina

Le propongo una experiencia para saber lo que es un marco de referencia.
Trate de unir los nueves puntos con cuatro rectas trazadas sin levantar el lápiz y sin retornar sobre una línea ya trazada.

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       La solucion es: