LA LEY SOLO ES LA LEY

 

Baldomero Cáceres Santa María.

La Corte Suprema de los Estados Unidos, ignorando razones y argumentos, ha sentenciado que la marihuana no puede ser aceptada como medicina legítima en ningún caso, ni para los mismos enfermos de  cáncer, ni para los enfermos de SIDA, pues en la ley federal vigente no se le reconoce beneficio medicinal alguno. Con la justificada ausencia de uno de los tremendos jueces, por ser hermano de otro juez comprometido anteriormente en California al respaldar la posición prohibicionista, los ocho miembros restantes se atuvieron a cumplir con su obligación constitucional en la próspera Norteamérica. La unanimidad lograda fue jurídicamente intachable y moralmente vergonzosa.

La verdad, al parecer, no le interesa al más alto tribunal de la justicia americana, prisionero  de su propio ordenamiento legal. Hasta todo sentimiento humanitario debe ponerse de lado, si de cumplir con el sistema se trata.  Es verdad que, hablando de la realidad realmente existente, no le ha de faltar marihuana a quien la necesite, especialmente en Arizona, Alaska, California, Colorado, Maine, Nevada, Oregon y Washington, estados donde los electores han apoyado mayoritariamente su uso medicinal. En efecto,  la producción de marihuana sin semilla en nuestro “puritano” vecino, iniciada en los 70, ha prosperado durante los últimos veinte años hasta tal punto que se ha podido superar la dependencia de la producción mexicana y colombiana. Pero oficialmente la farsa de la “guerra a las drogas” debe seguir y su seriedad no admite otra excepción que  los proyectos de investigación autorizados por el propio gobierno , limitados y orientados convenientemente. El National Institute on Drug Abuse (NIDA) da el ejemplo de actividad científica dictada por la política. De nada han servido, a la Suprema Corte, los testimonios de los propios usuarios beneficiados con sus virtudes, pacientes muchos de ellos de enfermedades terminales; de nada tampoco todo lo escrito durante los últimos años en defensa del antes llamado “cáñamo de la India”, en especial recordando  su uso médico, anterior a la condena psiquiátrica . La alta instancia del sistema judicial de los Estados se limitó  a considerar la información recogida oficialmente, siguiendo el procedimiento habitual para defender lo establecido y no recoger controversias.   

            Personalmente me alegra que tal fuera el resultado de la lucha iniciada en California hace tres años, bajo los auspicios de The Lindesmith Center, la fundación de Soros que ha sido dirigida desde su creación  por Ethan Nadelmann. Los intereses secundarios que cuida la fundación progresista como partidarios que son sus miembros de “la reducción del daño asociado a drogas” y de una “política compasiva” al interior del sistema legal vigente, les impide señalar la importancia decisiva de la legislación internacional imperante (Convención Única de Estupefacientes,1961 y ss.) y a la cual está sometida la misma legislación estadounidense. Debieron haberse percatado, si la Paz fuera su objetivo, que antes de apoyar la comodidad de los usuarios es urgente pensar en la suerte de los campesinos comprometidos en los cultivos prohibidos y que de tal consideración deriva la necesidad de impugnar las Convenciones suscritas hasta hoy..

             El problema real que debemos superar, para poder legalizar los cultivos y acabar con los horrores de la guerra y el daño ecológico provocado por su erradicación, tanto en el caso de la marihuana como en el de la hoja de coca, no es la falta de investigaciones concluyentes sobre sus efectos beneficiosos, como se pretende sostener para dilatar la necesaria confrontación de la validez médica y psicológica de la "adicción" como conducta patológica, definida así y mantenida por la simple decisión del Comité de Expertos en Farmacodependencia  de la Organización Mundial de la Salud, que es el Supremo Tribunal de la Inquisición de estos tiempos.

             Bien lo debe saber ya Ethan Nadelmann, pese a que ha omitido registrar siquiera la posición discrepante de los países andinos en cuanto a la hoja de coca se refiere. La bibliografía correspondiente no ha sido registrada en la página web que el Centro mantiene en Internet. Es cierto que Nadelmann y su Centro se oponen a “la guerra de las drogas”, pero no dirigen la atención a sus causas históricas. O las saben disimular para eludir la confrontación de  ideas propiciada por la recuperación del prestigio médico de nuestra coca y el descrédito de su versión psiquiátrica.. Como brillante politicólogo, Nadelmann analizó los negativos efectos de la política de los Estados Unidos respecto a las droga en un sonado artículo publicado en Foreign Policy (1988) pero sólo pretende aliviar sus consecuencias más negativas y justificar al mismo tiempo el tratamiento “terapéutico” y “compasivo”de los disidentes frente al sistema.

              En cualquier caso el nudo gordiano que sujeta “el problema de las drogas”, debemos precisarlo, no está en los Estados Unidos sino en las Naciones Unidas. Ahí es que debiera darse la confrontación de ideas al respecto. Frente a la cínicamente llamada Iniciativa Andina, nuestros países tendrían muy buenos argumentos para solicitar la reconsideración de nuestro gran recurso, ahora marginado del mercado global. Buenos tiempos se avecinan para ello. La representación de los Estados Unidos , que actuó como celadora del desorden internacional desde la misma creación de la Comisión de Narcóticos ha quedado fuera de la misma  y queremos creer que ha de ser la oportunidad para que, marginando el liderazgo ejercido por Washington, encuentre espacio la controversia existente sobre el tema de “las drogas”, sofocada mediante la propaganda difundida por los medios de comunicación de masas y silenciada hasta hoy por los políticos. La ley sólo es la ley y la ley debe ser cambiada para adecuarse a la verdad, a menos que queramos seguir viviendo la hipocresía fomentada por la estigmatización de “las drogas prohibidas”

PUBLICADO EN EL PERUANO: 5 de junio del 2001