¡ Dios salve a América!
Baldomero Cáceres Santa María.
Pasé la mañana del 14 de septiembre siguiendo
la ceremonia en la catedral San Pedro y San Pablo de Washington. No pudo
menos que conmoverme. Reconozco que me une a los Estados Unidos el recuerdo
familiar de haber pasado en Escondido Village, en el mismo campus de la
Leland Stanford Jr. University, el mejor año de nuestra vida.
No fue mi primera visita. En 1939, antes de cumplir los 7 años,
viajé con mis padre y hermanos, vía La Habana, a la Feria
Mundial en Nueva York, adonde me sorprendieron las ametralladoras de tambor
que usaban los custodios de los camiones blindados entonces, así
como las sirenas policiales y de las ambulancias que me despertaban, acostumbrado
como estaba al silencio de las noches limeñas.
Días después de nuestro regreso se inició la II Guerra
Mundial y la simpatía familiar con la otra América que conocimos
se dio desde el día mismo de Pearl Harbor. Recuerdo que mi padre
se dirigió de inmediato a la Embajada Americana, todavía
en Miraflores, para dejar una tarjeta de solidaridad y que de ahí
en adelante seguimos las noticias con mayor interés del que ya
teníamos por la guerra. Nos sentíamos aliados del pueblo
americano..
En esos tiempos no abrigábamos la menor duda de que la guerra sería
fuera de muestro continente . Nunca se nos ocurrió pensar que el
Empire State podría peligrar, ni que Nueva York pudiera ser paralizada
durante 24 horas debido a un ataque suicida de la magnitud que tuvo el
realizado días atrás. Ha sucedido lo impensable y con el
mismo sentir de todos los seres humanos sensibles del mundo, que somos
la enorme mayoría de la población mundial, nos hemos solidarizado
con el pueblo americano y su dolor , así como deseado que la respuesta
de su Gobierno se ajuste a lo estrictamente necesario para castigar a
ls culpables, de tal modo que quede justificada ante el propio mundo islámico,
pues el afán de justicia no puede traicionarse en su obrar.
Nosotros, los de esta América hispano hablante, sufrimos hoy la
violencia en nuestras tierras. Ahí está Colombia, para no
recordar las terribles décadas vividas en nuestro propio suelo.
Ojalá que en la reflexión de los gobernantes estadounidense
se reconsidere la contraproducente guerra a las drogas , política
del Estado americano impuesta al mundo, que propicia la violencia en diversas
partes del planeta.
. Sepa el pueblo americano , con nuestro sentir, que sus intereses y los
nuestros coinciden, pues no queremos vivir los horrores de la guerra.
La destrucción que ha sufrido en su propio territorio nos ha hecho
sentir a muchos nuevamente aliados. ¡Dios salve a América!
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