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El Peruano,29-8-01

Un debate necesario

Baldomero Cáceres Santa María.

Los tiempos no están para permanecer indefinidos frente a un tema generalmente ignorado por los políticos que, sin embargo, nos atañe a todos, como es la legislación sobre “drogas” imperante. Menos aún, cuando los sucesos andinos recientes nos demuestran la agudización del conflicto de intereses entre nuestra América y el gobierno de los Estados Unidos, puesto de manifiesto por la erradicación forzada de las plantaciones “malditas”: coca, cáñamo y amapola del opio, sin preocuparse de que, una de ellas, la marihuana, haya encontrado largo refugio en su propio territorio, gracias a la iniciativa privada.

En Bolivia, donde el dirigente campesino y diputado Evo Morales ha venido encabezando la protesta frente a la intromisión de la política yanqui, la inquietud se agita. En Colombia, conforme los hechos de violencia fraticida se multiplican, la discusión del tema de una posible legalización se ha ido abriendo paso, recibiendo todas las objeciones oficiales del caso.

Justamente atendiendo a la problemática latinoamericana, The Economist, la prestigiosa revista británica, en su edición del 26 de julio, apoyándose en las declaraciones de Keith Morris, ex embajador británico en Colombia, quien declaró “inganable, cara y contraproducente” la continuación de la guerra contra las drogas al abogar por su legalización, reasumió su conocida posición, iniciando una campaña que ha tenido, en mayor o menor medida, influencia en los sucesos posteriores. Con el título “Tiempo para una pitada de cordura”, recurría nuevamente a John Stuart Mill, filósofo liberal británico, proclamando que “sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y mente, el individuo es soberano”. Hasta el momento los daños derivados de la prohibición castigan especialmente a los pobres países productores y a los pobres en los países ricos, señaló The Economist.

En los días siguientes, el sonriente Tony Blair, antes de viajar a Jamaica, se adelantó a aclarar que estaba en contra de la legalización de la marihuana, tal como se venía sugiriendo en la tierra de los rastas. Una National Commission for Ganja (nombre del cáñamo o marihuana) transparentaba ya su propuesta, aparecida finalmente hace unos días, en la cual se estima que "la reputación entre el pueblo de ser una panacea y elevar el espíritu es tan sólida, que debe ser considerada con atrincherada en la cultura”. Recomendaban, consecuentemente, que se legalizara, lo que será contemplado por su Parlamento.

Mientras tanto el ciclón amazónico del Plan Colombia arreciaba, provocando pronunciamientos diversos de protesta, tanto en Colombia como en la Unión Europea, distanciada ésta por la naturaleza represiva del intento. La Defensoría del Pueblo de Colombia, asumiendo la denuncia de dirigentes indígenas del Putumayo, censuró las fumigaciones, mientras éstas seguían, al igual que los atentados terroristas y los encuentros armados. Aquí, al momento de intentar aclarar el absurdo asesinato de los misioneros americanos que llegaban a nuestro suelo, un alto oficial de nuestra Fuerza Aérea admitió, desde el Palacio de Torre Tagle, que los informes de “inteligencia” señalaban el aumento de los vuelos en nuestro propio territorio y, recurriendo a una metáfora marina, habló de una inundación de avionetas, por lo que no faltaron voces clamando que retornara el apoyo de los aviones espías enviados por la “solidaria” administración americana.

Animada por la discusión del tema, una senadora liberal colombiana propuso la legalización y control por el Estado de las drogas, desatando una oleada de declaraciones adversas, desde el “Yo creo que puede traer muchos problemas con la comunidad internacional” de la embajadora de los Estados Unidos, Anne Patterson, al tiempo de anunciar la entrega de 14 avionetas para proseguir con la fumigación de los cultivos de coca y amapola (y de refilón todo lo cultivado en esas áreas), pasando por miembros del Gobierno, quienes consideraron inoportuno el momento para discutir el tema y otras personalidades que, con justa razón, señalaron no podría ser la legalización una medida aislada sino concertada, hasta el Candidato del Frente Social y Político, Luis Eduardo Garzón, quien expreso “avalo todo lo que conduzca a la despenalización y a la legalización de la droga”.

Al considerar que el problema del narcotráfico debe resolverse de
común acuerdo con los países amigos y no mediante políticas "ineficaces como la fumigación", la XXXI Asamblea General de Gobernadores de Colombia pidió al Gobierno que auspicie un debate internacional sobre la legalización de las drogas. El ministro del Interior, Armando Estrada Villa, aclarando que el Gobierno no lo considera conveniente, admitió la conveniencia de abrir el debate sobre el tema.

Por último, el mismo Parlamento Andino censuró las fumigaciones en la reciente reunión en Quito. Algo pues se agita en estos días, aunque Lima, en el hueco del ciclón, no se percata. Cabe por ello recordarles a quienes en nuestro medio firmaron dos años atrás una carta dirigida a Kofi Annan pidiéndole que el tema de “las drogas” se debatiera en las Naciones Unidas, que hoy se reclama lo mismo en el área andina a la cual corresponde directamente la problemática. Entre los firmantes, cabe señalar, figuran actuales parlamentarios y ministros. En la lucha contra la corrupción y búsqueda de trasparencia tal debate es necesario.