Pese a registrar que
con la misma hoja se podía dar un uso abusivo (puesto que recuerda la observación de
Poeppig y, confirmatoriamente, de Weddel y del mismo Mantegazza), Freud acredita que
"normalmente la coca no se toma en cantidades exageradas" y que fuera de Poeppig
"los demás observadores afirman que el consumo moderado fomenta la salud en lugar de
limitarla, y que los coqueros (en español en el original) alcanzan larga vida". Con
tal respaldo, admitiendo posibles intoxicaciones por el exceso de cocaína (al menos en
las investigaciones con animales debidas a Von Anrep, 1880), no pudo, por su personal
entusiasmo de usuario 26 ,
anticipar el posible abuso de la misma. Incluso negó que produjera un hábito: "ni
una primera dosis ni una serie repetida de dosis de coca (cocaína) producen un deseo
incontenible de volver a utilizar el estimulante; por el contrario, lo que se siente es
cierta aversión inmotivada contra la substancia" (Über Coca, 1884). El respaldo brindado por Freud a la cocaína fue invariable mientras se ocupó del tema. En su último artículo, "Anhelo y Temor de la Cocaína" (1887), defendiéndose del cargo de haber popularizado "el tercer flagelo", adujo la experiencia de Hammond (1887), presentada ante la Asociación Neurológica de Nueva York: "El doctor Hammond dijo que el hábito de la cocaína es comparable al del café o el té, es decir, que es un hábito diferente al que produce la morfina". Su respaldo al estimulante, aceptando ya la existencia de psicosis tóxicas producidas por sobredosis de cocaína así como reacciones idiosincráticas tóxicas, no pudo ser más inteligente: "es necesario que los médicos comprendan: la posibilidad de que se produzcan efectos tóxicos no debe impedir el recurso a la cocaína para obtener un fin deseado". Lamentablemente el escándalo por la censura pública sobre la "toxicomanía" cohibió a Freud, quien abandonó la defensa de la coca y la cocaína, y no se atrevió a declarar que con ella siguió enfrentando su neurastenia, pese a haber sido justamente una de sus recomendaciones terapéuticas. La falta de rigor en su primer informe y su desafortunado "experimento terapéutico" (caso del Dr. Fleischl), denunciado ya por Erlenmeyer un año antes (1886)- puede conjeturarse - le quitaron confianza suficiente para ello. Años más tarde, sin embargo, no pudo dejar de consignar que al menos usaba cocaína en los días que le llevaron a la "iluminación" sobre el significado de los sueños, con la excusa médica de una "molesta rinitis", siguiendo la tácita recomendación del doctor Hammond, quien para igual dolencia había empleado durante cuatro meses y medio un promedio diario de 1.2 gramos de cocaína (36 gramos mensuales) mediante atomizadores y pinceladas de distintas soluciones (en "Sueño de la inyección de Irma", 1895) Pero Freud no era el único que "coqueaba" en esos días. Pese a la incipiente campaña surgida en Viena y formalizada corno juicio psiquiátrico por la incorporación del "cocainismo" a la "psicopatología" ideada por Emil Kraepelin, el uso de productos de coca y cocaína aumentó notablemente durante la última década del siglo XIX, testimonio de lo cual dejó Golden Mortimer en su clásico libro de 1901, History of Coca, rápidamente traducido al francés (1904) y re-editado hace algunos años en inglés (1975), sin haber sido aun traducido al español, pese al tiempo transcurrido. El amplio empleo farmacéutico de la coca y la cocaína especialmente por Parke, Davis and Co. y E. Merck, así como su empleo en productos alcohólicos (Vino Mariani, Paris 1883) y no alcohólicos (Coca Cola, Atlanta 1887), no sólo incremento las exportaciones de Perú y Bolivia. Java holandesa convertida en gran productora, comenzó a ser proveedora de Europa, mientras las primeras medidas controlistas impuestas sobre los "narcóticos" en los Estados Unidos de Norte América (dentro de los cuales figuraban indistintamente la cocaína y la coca, según la mal informada legislación norteamericana), limitaban severamente nuestras exportaciones 27. |
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