Más que  deseos… 
  Al llegar fin de año es inevitable pensar en lo  vivido, en lo actuado, comenzamos a recordar, rostros, gestos, actitudes.             
              Algunos recuerdos son gratos, buenos y  bonitos.  Otros son tristes y hasta desagradables  y reemplazan el esbozo de una sonrisa por una opresión en el pecho o un sentimiento  de frustración. Este es el tiempo de poner todo en la balanza, lo positivo versus  lo negativo.  Y a veces sucede que a la  primera estamos decepcionados por los resultados ¿por qué será que lo negativo  parece ser siempre mayor que lo positivo? 
              Sin embargo, nuestro espíritu se recompone al  primer impacto y logra diferenciar entre lo cualitativo y cuantitativo de los  sucesos de nuestras vidas. 
              Sí, es ese mismo espíritu que renace enero a  enero con la llegada del “Año Nuevo”. Es ese mismo espíritu que se recompone en  la fe, revisa sus objetivos y reorganiza sus metas.  Es ese mismo espíritu que nos hace perdonar nuestros  propios errores y aprender de ellos. 
            Es por este motivo que al llegar el fin de año,  luego de analizar la balanza de nuestras vidas y de confrontar los resultados,  debemos dar Gracias a nuestro Creador, por la maravillosa oportunidad que nos brinda  de poder volver a comenzar.               
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