La coca como "problema":
los prejuicios y la ciencia
Tal como la psicología experimental ha venido demostrando, desde Kulpe (1904) hasta Bruner (1949, 1955), el acto fundamental de la percepción es una identificación, o si se prefiere un reconocimiento o categorización, como precisó Fraisse (1959) al ocuparse de las actitudes y su influencia en la percepción de los objetos. Tal verificación fundamenta y respalda los hallazgos de la psicología social en la investigación sobre prejuicios y estereotipos (Allport, 1959; Bem, 1970, entre otros), así como resalta la importancia para la percepción del "marco de referencia", en cuya debida consideración insistió en diversas ocasiones el maestro de la psicología social norteamericana Gordon Allport (Allport, 1939; 1946). El coqueo andino desde el primer momento del encuentro con los pueblos nativos, provocó rechazos y dudas por lo insólita que era la costumbre para la mirada europea. Comenzando por Hernando Colón (1539) para quien era una costumbre bárbara, "molta bruta cosa" en el original italiano; o Américo Vespucio (1504), de cuya incomprensión dejó constancia al hablar de "una yerba verde que rumiaban continuamente como bestias" y "maravillados de tal cosa no podíamos entender el secreto, ni con qué fin lo hacían", pasando por Bartolomé de las Casas (1559), quien se da por enterado "traen esta hierva en la boca por sanidad y mantenimiento según yo tengo entendido, pero es cosa muy sucia y engendra grande asco verlos, a nosotros digo", hasta la desconfiada opinión de Cieza de León (1553), quien luego de anotar la versión indígena sobre sus efectos comenta: "creo yo que algo lo debe causar, aunque más me parece una costumbre viciada y conveniente para semejante gente que estos indios son". El Inca Garcilaso de la Vega incorpora al capítulo de sus Comentarios Reales (1609) ,dedicado a la preciada hoja, la ilustrativa anécdota del curioso encuentro de Rodrigo Pantoja, "caballero en sangre y virtud", con "un pobre español (que también los hay allá como acá) que iba a pie y llevaba una hijuela suya de dos años. Al hablar el soldado le miró Pantoja la boca y se la vio llena de cuca; y como entonces abominaban los españoles todo cuanto los indios comían y bebían como si fueran idolatrías, particularmente el comer la cuca por parecerles cosa vil y baja le dijo: Puesto que sea así lo que decís de vuestra necesidad, ¿por qué coméis cuca como hacen los indios, cosa tan asquerosa y aborrecida por los españoles? Respondió el soldado: En verdad señor, que no la abominaba yo menos que todos ellos, más la necesidad me forzó a imitar a los indios y traerla en la boca; porque os hago saber que si no la llevara no pudiera llevar la carga que mediante ella siento tanta fuerza y vigor que puedo vencer este trabajo que llevo". La barrera cultural constituida por el coqueo sólo pudo ser superada, en efecto, por la necesidad y por el curioso espíritu científico. Francisco Martín, sobreviviente de la expedición de Micer Ambrosio Alfinger (1529-1531) alrededor del lago de Maracaibo, se incorporó a la vida de una aldea indígena, adoptando los usos correspondientes: "y usaba las armas y los otros ejercicios y aún creo que idolatrías de los indios y el comer hayo y cal, que es una costumbre muy general entre indios y muy usada; y aún después de salido de entre estos indios lo usaban muchas veces, porque le habían asentado y encajado tan bien las cosas de los indios que él las tenía por naturales y ellas a él por hijo" (Aguado 1560, 1956). Hasta donde alcanza la información fue el primer europeo en ser ganado por la coca. De otro lado, tempranamente fue vista la hoja de coca como planta medicinal, siendo por ello consignada en el primer tratado sobre recursos medicinales de América. Nicolás Monardes, en su Historia medicinal de las cosas que se traen de las Indias occidentales que sirven al uso de la medicina, publicada en Sevilla (1574), traducida al inglés (1577) y al latín (1582), da noticias de la coca, destacando su efecto estimulante. Observaciones adicionales a su empleo medicinal se encuentran en Blas Valera (en Garcilaso, 1609) y Bemabé Cobo (1653), entre otros testimonios tempranos. La enfermedad y el soroche, llevaban a muchos colonizadores a recurrir a ella, en formas de uso distintas a la práctica del coqueo mismo, el que sólo fue adoptado por personas marginales. |