Del coqueo
intensivo, sin embargo, consta su práctica en conventos dominicos y agustinos de Quito
durante el siglo XVII. Un funcionario de la Inquisición declaró en relación a tal
hecho: "Toman, Señor, en estas dos religiones, con grande disolución, la coca,
yerba en que el demonio tiene librado lo más esencial de sus embustes diabólicos la cual
les embriagaba y saca de juicio, de manera que enajenados totalmente hacen y dicen cosas
indígnas de cristianos cuánto más de religiosos" (en Patiño, 1967). La coca,
acusada de relajar las costumbres, fue por ello prohibida, so pena de excomunión, por el
Obispo de Quito, razón de su temprana desaparición en la provincia desde comienzos del
siglo XVIII, incluso como recurso médico (Gagliano, 1968). El uso medicinal de las hojas de coca, pese a la prejuiciada
apreciación del coqueo, mantuvo sin embargo su prestigio en la Audiencia de Lima. Por
ello fue registrada por estudiosos y viajeros (De la Condamine, 1751; Ruíz, H., 1793;
Julián, A., 1793, Crespo, P., 1793), hasta su consagración médico-académica gracias al
excelente informe de Unanue (1794) y la publicación en 'The American Journal of Science
and Arts (New Haven, 1821), de su "Communication to Mr. Mitchel", trabajos
considerados como punto de partida de las investigaciones sobre coca y cocaína en el
siglo XIX.
Pese a las opiniones médicas favorables del período colonial, no faltaron en el siglo
XIX opiniones adversas a la coca y al coqueo, como expresión del moralismo colonialista
de la época. Así fue como el médico y botánico Poeppig (1836) dejó en sus memorias
una triste impresión del coquero empedernido: "sujeto inútil para cualquier
ocupación seria de la vida, un esclavo de su vicio", agregando su testimonio
personal de la marginalización social en la que caían "jóvenes de buenas
familias", "perdidos para la vida civilizada", "ya que la opinión
pública condena al coquero blanco como entre nosotros al borracho desenfrenado". La
observación, en el mejor de los casos, de algunos ejemplos de abuso (también en Tschudi,
1839), le llevó a contaminar su apreciación de la costumbre en sí y de la hoja andina,
sin reconocer por ello sus virtudes. Su testimonio ha sido repetidas veces utilizado por
quienes han denigrado contemporáneamente a la coca, incluyendo a P.O. Wolff en su
revisión bibliográfica para la comisión de las Naciones Unidas (1949), quien le
atribuye a Poeppig haber "proporcionado importante información de acuerdo con los
conceptos modernos sobre el tema que nos ocupa"(sic).
Los sucesivos informes confirmatorios de las virtudes de la coca, especialmente Tschudi
(1847), de Castelnau (185l), Wedell (1853), Mantegazza (1 859) y Markham (1862), dieron
base al trabajo experimental de Rossier (1861), Gosee (1862), Demarle (1862) y ,cerrando
una primera década de trabajos europeos, a las Investigaciones químicas y fisiológicas
sobre la Erythroxylum Coca del Perú y la Cocaína, de nuestro compatriota Moreno y Maíz
(París, 1868).
Para entonces (nos referirnos aquí al comienzo de la década de los setenta), se tenía
ya conciencia de los efectos tóxicos de altas dosis tanto de coca (Poeppig, 1836;
Tschudi, 1847; Mantegazza, 1859; Rossier, 1861), incluyendo a la "borrachera
cocalina" ("ivresse cocaline" de Moreno y Maíz, 1868), como de cocaína
(desde Moreno y Maíz, 1868). Tal hecho no desprestigiaba sin embargo al coqueo, designado
como "la chique cocaliene a dose moderée" por Moreno y Maíz 21 , al cual había recurrido
personalmente como "una gran ayuda, siempre que teníamos un trabajo pendiente
durante la noche". Coqueo que era simulado ya entonces en Francia mediante pastillas
de polvo de coca, de cuyo adecuado uso informa el mismo Moreno y Maíz, quien recoge la
experiencia positiva de Demarle (1861).
En los años siguientes se sumaría el
informe de Christison (1876), Presidente de la Asociación Británica de Médicos, así
como su exitoso uso en la deshabituación del opio y del alcohol por Bentley (1878) y
Palmer (1880) en Norte América, utilizándose en estos dos últimos casos el extracto
fluído de coca que producía Parke y Davis and Co. Se recurría medicinalmente a la coca
por las virtudes que tradicionalmente se le habían atribuido, destacándose sus ventajas
como geriátrico y reconstituyente. Este último efecto, del cual se dieron repetidos
testimonios (Clemens, 1867; Collan, 1880; Masson, 1882), llevó a la utilización de la
cocaína con el mismo propósito (Aschenbrandt, 1883), información esta última que
animó a Freud a interesarse en el alcaloide extraído de la planta andina. |
Anterior
Siguiente |