Hermilio Valdizán y la Psiquiatría peruana

Dada la importancia que en la definición del "problema" se ha otorgado a los trabajos peruanos sobre coca, tal como acredita la "Bibliografía anotada" que acompañó al Memorándum preliminar entregado a la Comisión de las Naciones Unidas (NN.UU., 1950), así como el artículo que publicará P.O. Wolff en el Boletín de Narcóticos (1952), interesa poner de relieve el origen de los mismos.

En 1913, en una prestigiosa revista médica de Lima (La Crónica Médica, 15-8-1913), apareció un artículo enviado desde Roma por el entonces joven médico Hermilio Valdizán, dedicado ya a la psiquiatría, quien alertaba sobre la novedad leída en una versión italiana de Psiquiatría de Kraepelin (Milano, 1910) y de la cual daba noticia con el mismo título: "El cocainismo y la raza indígena (Nota preliminar al estudio del cocainismo en el Perú)". Con él, incluso prescindiendo del controvertido contenido, se asumía la categorización psiquiátrica de cuya inconsistencia hemos dado cuenta anteriormente, dando lugar a la sospecha del daño que supuestamente ocasionaría el uso de la hoja como efecto de haberse patologizado forzadamente al coqueo.

Partiendo del supuesto entonces generalmente compartida de "la degeneración de la raza indígena" (tan gratuito como el asignado carácter patológico del consumo de coca), sugería dónde ir a buscar la causa de los "perniciosos efectos". La conclusión es transparente en tal sentido: "si la degeneración de la raza indígena no reproduce con fidelidad el cuadro clásico de la degeneración cocaínica que se observa en Asilos y Sanatorios, no es posible, sin embargo, excluir el factor cocainismo en la etiología de tal degeneración". Tres años más tarde, sin haber ido más allá de tal "nota preliminar", Valdizán insistiría en ver en el "cocainismo" al factor causal de la "cocainomanía", "un problema tan nacional como la enfermedad de Carri6n" (Valdizán, 1917).

La "psicopatologizacion" literaria del habito milenario encontró fácil acogida en Lima, dado los prejuicios previos existentes que, con la infundada categorización, cobraron además prestigio de conocimientos científicos. Poca resistencia surgió en el medio letrado de Lima 29 , e incluso entre los médicos abundaron descripciones estereotipadas del indígena coquero, corno forma de probar los males que causaba en ellos (Paz Soldán, 1929, 1939; Ricketts, 1936; Sáenz, 1938).

Nadie parece haber reparado en las serias deficiencias del informe preparado por Valdizán y de las cuales da constancia la primera página escrita sobre el lema. Valdizán tomó como "teoría' las palabras de Kraepelin sin percatarse que el conocimiento de los "males" del coqueo se afirmaba sin respaldo alguno; transformó el espléndido trabajo de Unanue en "un estudio agronómico" que, según Valdízán, habría tenido comoo título "El cultivo de la coca"; consagró prejuicios racistas como si fuesen conocimientos ciertos. Así el padre de la psiquiatría peruana sembró en Lima el estigma de nuevo cuño que retomó la condena eclesiástica del siglo XVI.
Cabe resaltar que en las mismas filas de quienes animaron la campaña contra la coca y el coqueo, asumiendo los cargos infundados contra la cocaína corno substancia "tóxica "se siguió reconociendo la falta de investigación científica. Así Sáenz, en su libro La coca, estudio médico-social de la gran toxicomanía peruana (1938), registra que Maier (1924) " se queja de que no existen estudios sobre la patología de los coqueros, atribuyendo ese hecho, a la difícil accesibilidad a los países en que existe este hábito. Esta ausencia de trabajos científicos anteriores - se disculpaba Sáenz- no es la única causa de las lagunas de que están sembradas estas páginas." 30 Empero, siguiendo a Valdizán, no abrigaba' tampoco dudas sobre el carácter patogénico del coqueo andino, apoyándose ya no en la degeneración de los "indígenas", sino en la del "serrano". La descripción de los males producidos por la coca correspondía nuevamente a una típica descripción colonialista que mostraba a los pueblos sometidos "tarados" por una "toxicomanía", cargo que el autor hacía igualmente a "los chinos", de acuerdo a lo sostenido por Valdizán siguiendo a Kraepelin. Toda la información acumulada en favor de la coca del siglo XIX era ignorada de acuerdo a la cerrazón dogmática implícita en el punto de partida.

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