En 1953, sin embargo, el Comité de la Organización Mundial de la Salud reiteró, normativamente, que el coqueo andino, o "cocaísmo", debe ser considerado como una forma de "cocainismo" , dándose por concluida ,con tal recurso autoritario, la discusión al interior del sistema internacional.
Como resultado de la categorización mandatoria establecida, en la 9a. sesión de la Comisión de Narcóticos de las Naciones Unidas (1954), "por primera vez, los representantes de todos los países interesados reconocieron que la masticación de la coca constituía una forma de toxicomanía y que era nociva" 6.

Dicho acuerdo fundamentó oficialmente la política gubernamental, desde la educación hasta la agricultura, quedando definitivamente descartada la coca de todo plan de desarrollo de los países andinos, así como desatendida su consideración y estudio, debido al estigma psiquiátrico asociado al interés en "drogas toxicomanígenas".

Sobre el consenso logrado, la "Convención Única de Estupefacientes" (Nueva York, 1961) estableció un plazo perentorio para dar término a la costumbre tradicional y reducir drásticamente los cultivos, hasta cubrir sólo las necesidades científicas e industriales aprobadas, muy restringidas por cierto.

En virtud de tal convenio, el Gobierno del Perú dispuso , en 1964, la prohibición de la venta de hojas de coca en la costa, por debajo de 1,500 metros sobre el nivel del mar, medida efectivizada en 1977 y abandonada poco tiempo después. El D.L. 22095, que permanece vigente, dictado en 1978 por el "Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas", registró al coqueo andino- con el consentimiento de todos los partidos políticos- como un "problema social".

Recientemente, sin embargo, gracias a la gestión de los países interesados directamente, Perú y Bolivia, se ha acordado respetar, por razones antropológicas, el derecho al coqueo en las zonas tradicionales (Convención de Viena, 1988), sin revisarse su atribuido carácter de "toxicomanía" ni reconsiderarse la calidad "tóxica" atribuida a la hoja.

Reacción académica

Durante las últimas décadas, en efecto, el enfoque antropológico ha brindado una nueva perspectiva, fundamentando largamente un temprano comentario de Lehman (1949) para quien "la prohibición de la venta de coca constituye un paso más en el sometimiento de los indios" 7 . La recolección de costumbres indígenas relacionadas con la coca, realizada por Quijada Jara (1951) fue un aporte primero. Al trabajo doctoral de Gagliano (1961), quien, al cubrir la historia social de la coca desde el siglo XVI, registró la diversidad persistente de opiniones respecto a ella, siguió la excelente revisión crítica del rol de la coca en la religiosidad y medicina tradicional de los indios del área andina hecha por Martin (1970), quien luego de señalar los prejuicios contra la coca, calificó su prohibición como "serio desconocimiento de los derechos humanos". En nuestro medio, Carlos Collazos Chiriboga y colaboradores realizaron una pionera investigación sobre "Nutrición y coqueo" (1965) . Aparte de la revisión botánica de Machado (1969), destaca el trabajo de etno-historia de Rostworowski (1973), mostrando la presencia de cocales en un piso ecológico costeño durante el s. XVI. Dicho estudio inició su reconsideración histórica, poco tiempo después de haberse publicado un mito sobre el origen de la coca (Duviols, 1973); por otra parte Bolton (1973) y Hanna (1974) realizaron trabajos médico-farmacológicos destinados a poner de relieve la funcionalidad de la costumbre andina, especialmente en la altura; Duke y col. (1975) destacaron el valor nutricional de la hoja; Wagner (1976) resaltó su posición estructural en la cultura andina quechua de Paucartambo, mediante su aprendizaje del "hallpay"; Burchard (1976) propuso una interpretación distinta a las basadas en la acción de la cocaína; Mayer (1978) y Zorrilla (1978) ahondaron en la función social y mágico religiosa de su uso; Henman (1978) relató su valiosa experiencia entre grupos indios de Colombia, así como ilustró, con abundante información, la relación entre la política erradicacionista y la economía clandestina que gira alrededor de la cocaína; Carter y Mamani (1980) documentaron los patrones del uso de la coca en Bolivia; Weil (1981) propuso su reintroducción en la farmacopea aprobada; Bray y Dollery (1983) fundamentaron la necesidad de estudiar el coqueo independientemente del factor altura, Romano (1980) inició un recuento histórico económico de nuestro recurso natural continuado luego en 1983 y Plowman (1984) hizo una exhaustiva recopilación etno-botánica de la planta andina. No han faltado, entre tales trabajos, críticas metodológicas a las investigaciones realizadas desde la perspectiva psiquiátrica (Cáceres, 1977).

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