Cocaína: de panacea a flageloBaldomero Cáceres Santa María Psicólogo social, En una de sus Mesas verdes, que regularmente organiza el Instituto de Estudios Peruanos(IEP), se presentó en junio La invención de la cocaína: la historia olvidada de Alfred Bignon y la ciencia nacional peruana(1884-1890), monografía de Paul Gootenberg , profesor norteamericano de Historia de América Latina en Stony Brook University, New York. Su continuado interés peruanista le ha llevado, en años pasados, a investigar la historia social del guano en nuestro siglo XIX y, en años recientes, a reconstruir la historia de la cocaína en el siglo XIX y XX . Hace dos años plasmó esta línea de investigación en su libro Andean Cocaine, The Making of a Global Drug (2008 ) queha de ser fundamental en un tema tan espinoso, asumido desde la equilibrada y crítica perspectiva académica histórica norteamericana, para la cual – cabe advertir- existe la “adicción” como real enfermedad médica, obviando que sólo se trataría sólo de una “enfermedad mental” en la jerga psiquiátrica, Paciente y prolijo revisor de archivos y revistas, tanto en los Estados Unidos como en el Perú y Europa, el profesor Gootenberg prestó especial atención a las revistas médicas limeña del siglo XIX, base documental del trabajo publicado por el IEP. En éste destaca la figura del Alfredo Bignon, farmacéutico francés a cargo de Droguería y Botica Francesa en el centro de Lima, quien siguiendo el ejemplo de Sigmund Freud se dio a experimentar y publicar sobre la droga entre 1885 y 1887. Interesado en fomentar la exportación de la droga, debido a la explosiva demanda de esos años, ideó “un procedimiento económico y de fácil ejecución que permite la extracción del alcaloide en los mismos lugares de la producción de la coca”, utilizando insumos que el país producía, como destacó en su Informe de1886 la Comisión de la Academia Libre de Medicina, presidida por el doctor Casimiro Ulloa, incluido oportunamente como anexo por el IEP. El producto sería la cocaína cruda o bruta (sulfato) para exportarla a importantes firmas farmacéuticas europeas y norteamericanas.Aparte de la comunicación inicial sobre el procedimiento, que sería reconocido internacionalmente por el nombre del autor y que básicamente viene utilizando el contrabando organizado con las contaminantes pozas, realizó diversos ensayos experimentales con la cocaína sin mayor trascendencia, apartándose, del tema luego. Es saludable que se recuerde en nuestro medio el éxito de la coca y luego de la cocaína en el siglo XIX, presentado por el autor como contexto del descubrimiento de Bignon. Lo es igualmente destacar el interés nacionalista de la generación que acompañó al doctor Casimiro Ulloa y su especial atención a la milagrosa droga promocionada por Sigmund Freud en 1884 y probada el mismo año como anestésico tópico en la cirugía ocular. por Köller. De ahí la gran acogida médica que tuvo y su difusión entre el público consumidor al final del siglo XIX. Gootenberg escamotea la razón formal de la condena , sin embargo, sosteniendo que, ya en la década final del s XIX “se la consideraba una droga de efectos secundarios potencialmente peligrosos y de preocupantes consecuencias sociales (el”hábito” de los recientemente identificados “fanáticos” a la cocaína)” Es verdad que si hubiera sido un profesor perdido en el continente académico de los Estados Unidos y me hubiese inquietado por investigar la historia económica y social del inicial éxito y posterior condena de la cocaína, ciertamente habría hecho previamente la revisión de la bibliografía más importante que me diera contexto y orientación a la búsqueda. Y para ello habría recurrido a David Musto, profesor en Yale de Psiquiatria infantil e Historia de la Medicina, quien es una de las grandes figuras académicas dedicadas a girar alrededor del “problema a de las drogas”que el sistema predica . Su libro La Enfermedad Américana (1973, 1987, 1999), es una historia social de la legislación norteamericana sobre el tema de las drogas, destacando la cambiante actitud de la opinión pública norteamericana frente a la cocaína como origen de su prohibición. Siendo psiquiatra olvida siempre precisar el rol de su propia profesión en la política de Estado que defiende. Venga al caso la conjetura porque así podría explicarme que Paul Gootenberg, en su excelente monografía sobre Bignon, sólo precise que en 1915 ”la industria legal de producción de cocaína se sumió en una profunda crisis, sacudida por fuertes reacciones occidentales en contra de los peligros médicos de la cocaína y sus atractivos recreacionales” Vale decir- y espero que concuerde- por la campaña impulsada contra la coca y la cocaína por el Gobierno de los Estados Unidos (Convención de la Haya,1912) y- añadiría yo- al difundirse el aparente conocimiento de la “enfermedad mental” que sería la apetencia de cocaína y de la coca por contenerla, esto es , en nuestro medio , el “cocainismo” indígena denunciado por Hermilio Valdízán en La Crónica Médica de 1913. En esta publicación del IEP,Gootenberg identifica a Valdizán como “psicólogo ” (n.32), siendo psiquiatra, identificación necesaria para deslindar la naturaleza del juicio que mantuvo desde la cátedra correspondiente impresionando a un generación, juicio que pretendió justificar décadas más tarde Gutiérrez Noriega, igualmente psiquiatra. Si no se distinguió entre la coca , la cocaína y sus tipos,“ni los consideraron parte de la farmacología profesional”- ni aquí, en la periferia, ni allá, en el centro, profesor Gootenberg- no fue debido a que en nuestro caso “la generación de 1920 y las posteriores (sobretodo Gutiérrez Noriega y colegas) estaban convencidos de que el uso tradicional era una forma de adicción a la cocaína o toximanía”(sic) tal como aparentemente recoge de su informante, Marcos Cueto (not. 44) Si estaban convencidos ´-cabe aclarar- era por haber adoptado la doctrina psiquiátrica predicada por Valdizán de las “adicciones” o “toxicomanías” que se impuso al sentido común y negó las evidencias médicas. ¿Ignora el profesor Gootenberg que es esa doctrina la que soporta la “prohibición de las drogas” y actúa como implícito marco de referencia, dado que le refuerza la Ley? Que el doctor Musto lo implique y no lo explicite en su narrativa es explicable: presumiblemente vive al interior del mundo mental creado por la “psicopatología” psiquiátrica. Pero no lo debió obviar un historiador que pretende dar cuenta del proceso que de panacea llevó a considerar flagelo a nuestra siempre cotizada cocaína.. Camuflar la voz psiquiátrica, aún hoy decisiva en el tema de “la guerra a las drogas”, es como omitir al Santo Oficio de la Inquisición al dar cuenta de los crímenes cometidos durante su ejercicio. Diluir el anti-cocainismo americano en movimientos sociales alarmados y denunciantes, motivados por sus riesgos “médicos” y uso recreativo llevaría a apreciar la prohibición como reflejo de la opinión pública, sin aclarar el rol cumplido por los medios de comunicación y la psiquiatría en el logro tal apoyo “democrático” La desinformación , como la comentada, mantiene el oficial consenso. La responsabilidad académica está en cuestionar el marco de referencia planteado por la Psiquiatría al estigmatiza sustancias y personas con sus seudo categorías psicopatológicas. Información no falta. Lástima que Paul Gootenberg prefiriera ignorarla. Psiquiatría y “prohibición de las drogas”
En septiembre de 1939, el maestro de la psicología social Gordon
Allport, en su discurso dirigido al Congreso anual de la
American Psychological
Association -de la que era presidente- reparó en la importancia del “marco de referencia”,
definido como “cualquier contexto que ejerce una demostrable influencia sobre la
percepción, juicio y acciones de los individuos. A menudo la influencia
es -en términos de Köhler- silenciosa.
El sujeto es sólo parcialmente
conciente de su existencia y, a menos que esté debidamente advertido,
también el investigador puede pasarlo por alto enteramente.”
[1]
En el caso de la problemática planteada por “la prohibición
de las drogas”, los investigadores (Nadelmann, 1988, 1990; Cotler,
1999; Levine, 2002, 2003) omiten habitualmente considerar el marco de
referencia, exclusivamente psiquiátrico, que le sirve como sustento y
justificación. Si bien se ha denunciado a la Psiquiatría como la
Inquisición de nuestros tiempos (Szasz, 1975), y se ha visto en la
ideología de la libertad e independencia del individuo el fundamento
cultural de la Iglesia Prohibicionista (Cohen, 2003) -en efecto- los
investigadores han pasado por alto el marco paradigmático, la “teología”como
doctrina de la fe en la razón que mantiene el sacerdocio psiquiátrico.
Tal marco -como ilustraremos en el caso de la hoja de coca y el coqueo
andino- no es otro que la psicopatologización de la apetencia de
ciertas sustancias psicoactivas naturales, descalificada como “toxicomanía”
(Kraepelin, 1891), “drug
addiction” (American
Psychiatric Association, 1934), “farmacodependencia
” (Comité de Expertos de la
OMS, 1964) [2].
La condena
internacional de la hoja de coca y del coqueo andino por ser una “toxicomanía”
(OMS 1953, 1953), al paso de los años, ha perdido vigencia en el área
andina, al menos en esferas académicas[3].
La defensa continental fue asumida por el Instituto Indigenista
Interamericano, cuyas publicaciones[4] han logrado al menos
tolerancia frente al coqueo andino, acullico aymara, pijchado
quechua. Más allá de la permanencia del hábito tradicional, sin
embargo, es interés de la región andina recuperar a la hoja de coca
como recurso natural con un mercado potencial mundial que daría cabida
a la producción cocalera existente, ahora en manos delincuenciales.
Pesa aún oficialmente sobre el coqueo andino la sentencia de
hace cincuenta años, reafirmada por el Comité de Expertos en
Farmacodependencia de la Organización Mundial de la Salud que en 1992[5],
ante los esfuerzos de revalorización de la coca llevados adelante en
Bolivia y el Perú, se negó a recomendar la revisión crítica del
caso, aduciendo la existencia del precedente constituido por el
Informe de la Comisión de
Estudio (o Encuesta) de las Hojas de Coca de 1950, seriamente
cuestionado hoy día.
La investigación documental retrospectiva de tal Informe,
publicada por el Instituto Indigenista Peruano[6],
sirva de sustento académico de las consideraciones que siguen y que
implican la necesidad de una revolución científica, requerida por la
salud mundial, aparte de sus beneficiosas consecuencias económicas,
sociales y políticas que deben ser consideradas en este Foro
Social Mundial Temático: Democracia, Derechos Humanos, Guerras y
Narcotráfico. Baldo Investigación [1]
Allport, Gordon “The
Psychologist´s frame of reference”, Psychological
Bulletin, 37, Nº1, January 1940. [2] Múltiples han sido los cuestionamientos de la “adicción” como entidad psicopatológica (desde Weil, A. The Natural Mind, 1972 a Schaler, J, Addiction Is a Choice, 2003.) [3] Prueba documental es el Pronunciamiento del Centenario, suscrito por la comunidad académica de la Universidad Nacional Agraria La Molina del Perú y que consta en una página web, Cocachasqui, mantenido en su propio servidor: http://www.lamolina.edu.pe/investigacion/cocachasqui [4] Instituto Indigenista Interamericano(III) América Indígena 4, México, 1978. Joan Boldó y Climent Edit.& III La Coca Andina: visión indígena de una planta satanizada, México, 1986. Instituto Indigenista Interamericano La Coca...tradición. rito, identidad, México, 1989. [5] Comité de Expertos de la OMS 28º Informe, Serie de Informes Técnicos 836, Ginebra, 1993. en Farmacodependencia [6] Cáceres Santa María, Baldomero Historia, prejuicios y versión psiquiátrica del coqueo andino Perú Indígena 28, Instituto Indigenista Peruano, Lima, 1990.
|
La
resistencia de la coca en Bolivia Cartas en "Caretas" Cátedra
Libre #1 Historia, prejuicios y versión psiquiátrica del coqueo andino Carta
a Evo Morales Libros version1 version2 Estigma y salud mental en los EE.UU. Acerca del libro de
Cotler |